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El tarot: un arte que toca el alma

Lugar: Barrio Manila

Por: Paula Molina Olarte

 

Es culpa de los prejuicios el hecho de que la cara sea de sorpresa al encontrar un recinto completamente normal. Ella no lleva un turbante ni hay telas de colores tierra por la casa. Tampoco suena ningún tipo de música. Hay una biblioteca, las paredes son blancas. Un pequeño letrero en madera que reza “Tarot”, justo sobre la puerta de entrada, permite saber que la mujer en efecto es Elena María Molina y que aquella casa ubicada en el barrio Manila de Medellín es su oficina, donde las citas para leer el tarot a veces tardan tres meses en conseguirse.

 

A pocos pasos de la entrada, sin embargo, comienza a sentirse el olor a incienso y se logran leer los títulos de los libros y entonces todo cobra sentido. Elena lleva 20 años dedicada a las mánticas o artes adivinatorias, y se especializa en la lectura del tarot. Éste consiste en una baraja de 22 naipes que se utiliza como medio de consulta e interpretación de hechos, percepciones y estados emocionales. “El tarot no es una adivinación de la suerte, es encontrar en las personas de dónde vienen, qué es lo que quieren y hacia dónde van”, explica ella.

Elena tiene 58 años, su pelo corto está lleno de canas y lleva unas gafas de marco delgado. Es de baja estatura y sus manos, ya bastante arrugadas, huelen a incienso, al igual que el primer piso de la casa. En el segundo queda su casa, que comparte con su pareja, Silvia, y siete gatos.

 

Elena nació en Medellín y es la primera de los seis hijos de la señora Gloria Villegas y el reconocido empresario Jorge Molina Moreno. Estudió en el colegio La Enseñanza y se graduó con una pregunta que la perseguiría durante mucho tiempo: “¿de aquí para dónde voy?”

 

De lo que sí estaba muy segura era de que no quería estudiar en ninguna universidad, no existía una carrera que llamara su atención. Sin embargo, la condición que le habían puesto sus padres era que si no iba a estudiar debía encontrar un trabajo.  

 

Cansada de la monotonía, cuando cumplió 30 años se fue a vivir a Europa y allí conoció a Pierre Trumpt, el padre de su único hijo, Juan Eduardo. Su relación, sin embargo, no funcionó y al poco tiempo Elena regresó a Colombia con los papeles del divorcio y más perdida que nunca, nuevamente sin saber qué quería hacer.

 

A pesar de que no tenía diploma, aprovechando algunas conexiones de su papá, comenzó su trayectoria por diversos oficios: laboró como trabajadora social, docente de filosofía, directora ejecutiva del Comité Regional de Rehabilitación de Antioquia, vendedora de seguros y propiedad raíz, y a pesar de que en todos le iba muy bien, se aburría fácilmente y renunciaba al poco tiempo.

 

Luego de pasar un tiempo desempleada en casa de sus padres, consiguió un puesto administrativo en Suramericana de Seguros que le dio una cierta estabilidad económica y le permitió comprar casa propia.

 

En una ocasión, una compañera de la oficina la invitó a una conferencia de tarot, que a Elena no le pareció muy buena idea: “el tarot es para las brujas”, pensaba en ese tiempo,  sin embargo su amiga fue muy insistente y acabó convenciéndola de que la acompañara.

 

“No pasaron ni diez minutos antes de que yo supiera que acababa de encontrar lo que había estado esperando toda mi vida. Siempre había buscado las respuestas afuera y resulta que el tarot te ayuda a buscarlas adentro, eso era precisamente lo que yo necesitaba”, recuerda Elena.

 

Luego de esta experiencia comenzó a involucrarse poco a poco con el tema y decidió invertir una parte de sus ganancias en una escuela de mánticas llamada Mercurio, de la mano de un grupo selecto de personas guiadas por Luis Enrique Mejía, Mauricio Llano y Marta Cecilia Vélez.

 

Una víspera de Navidad, Elena se encontraba en Bélgica visitando a su hijo, quien para entonces vivía en ese país. Se llevó una gran sorpresa cuando, al contarle sobre esa nueva faceta de su vida, él no sólo la apoyó sino que también le sugirió dedicarse de lleno a la lectura del tarot y vivir de la misma.

 

“A mi mamá le iba bien en todo lo que hacía, pero se mantenía con un genio de perros. Yo lo único que quería era que ella encontrara algo que le generara pasión y desde que me comentó sobre su interés por el Tarot, supe que por fin había encontrado eso que la llenaba por completo”, cuenta Juan. A pesar de que en ese momento a Elena le pareció una idea ridícula, confiesa que ésta le quedó rondando en su cabeza.

Cuando regresó a Medellín le habló sobre el asunto a su hermano Juan Carlos, quien le dijo que fuera a leerse la carta astral con Mauricio Puerta quien le dijo que pronto cambiaría de trabajo. “Para mí eso fue una señal, pasado un mes ya estaba dedicada a leer el tarot”.

 

Por fin sentía que estaba en el lugar indicado, realizando un trabajo que le apasionaba, pero que era bastante exigente, de mucha disciplina y principalmente estudio. Por esta razón Elena María aún continúa su aprendizaje, dedica tres horas semanales de 5:00 a.m. a 8:00 a.m. a los libros y una vez cada 3 meses viaja 15 días a París exclusivamente a profundizar sus conocimientos.

 

“Cuando logras hacer de tu hobby tu profesión, el asunto se convierte en un arte que te llena de dicha. Además, saber que toda mi familia me apoyaba, a pesar de que muchos no creían en el Tarot, significó todo para mí”, cuenta la mujer.

 

Elena explica que “el tarot busca en el alma los procesos en los cuales las personas se encuentran; a partir de ahí se interpretan una serie de cartas que servirán de guía preparatoria para recibir las situaciones a las cuales los consultantes tendrán que enfrentarse”.

 

Como todas las artes adivinatorias, el tarot también tiene un lado más oscuro. Elena explica que muchas veces el problema es que puede convertirse en un vicio que le quita a la gente las ganas de vivir, porque puede crearse una dependencia muy fuerte. Por eso ella le lee el tarot a la gente máximo una vez al año. Dice, también, que tanto a los consultantes nuevos como a “los de toda la vida” les hace un constante seguimiento.

 

Elena María sabe que hay gente muy escéptica con el tema, pero asegura que si van a visitarla es porque saben que las consultas les van a ayudar. “Hay gente que dice que viene por curiosidad, pero yo eso no lo creo. Las personas siempre están haciéndose preguntas y cuando vienen es porque saben que aquí van a encontrar las respuestas”.

 

“Este trabajo no consiste en adivinar, el tarot lo que muestra son los procesos de cada persona y revela los ciclos de los seres humanos: en los momentos felices las personas recogen lo que han sembrado y en los difíciles se recogen a ellos mismos para enfrentar las pruebas”, dice orgullosa.

 

Desde 1996 a Elena María nunca le han faltado consultantes, recibe alrededor de 12 personas al día y cobra 160.000 pesos por hora, ingresos que la han llevado a tener una vida cómoda. Más allá de todo para ella el tarot es una labor muy gratificante, pues ha sido testigo de los maravillosos cambios en las personas. “El tarot salva a las personas como me salvó a mí cuando todavía me preguntaba: ¿de aquí para dónde voy? Con lo que hago hoy me siento plena y feliz”

Isabel Tobón Lascano

Catalina Jaramillo Arias

Natalia Orozco Zuluaga

Paula Molina Olarte

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