El arte y la historia en el corazón de la UdeA
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Lugar: Museo Universidad de Antioquia
Por: Isabel C. Tobón
Llegar al Museo Universitario de la Universidad de Antioquia (MUUA) es más sencillo si se hace a través del metro que conecta la ciudad de norte a sur. Se desciende por las escaleras de la estación Universidad y entre vendedores de mango, “raspao” y películas piratas, se encuentra una de las porterías peatonales que da paso a la sede principal de la universidad también conocida como la Ciudad Universitaria.
Una vez adentro, acceder al museo puede convertirse en todo un viaje. Entre estudiantes vendiendo fresas con crema, jugo de mango biche y dulces en los pasillos, sumados a otros tantos cantando en la cafetería o bailando en la facultad de Artes, es fácil distraerse del destino final: el MUUA.
Este museo fue constituido oficialmente en 1970, luego de que se fusionaran los dos principales museos de la universidad: el de Ciencias Naturales que fue establecido en 1942 y el de Antropología que fue creado un año después. Actualmente alberga más de 60 mil objetos museísticos que se distribuyen a través de las cuatro colecciones permanentes con las que cuenta el museo: Artes Visuales, Antropología, Ciencias Naturales e Historia.
La entrada principal a este lugar que se ha convertido en un punto de encuentro no solo en la universidad sino en la ciudad por su interés en conservar elementos valiosos del patrimonio de la ciudad, se hace a través de la plazoleta principal de la Universidad de Antioquia, detrás de la gran fuente que moja a los visitantes que a diario transcurren por ahí y aún no conocen el alcance que puede llegar a tener el agua.
Una mujer silenciosa pero imponente, esculpida en bronce y sentada en su mecedora, es quien da la bienvenida a los visitantes del museo, se llama Candelaria y hace parte de las esculturas del Museo Abierto de la Universidad.
La colección de Antropología constituye una de las más importantes a nivel nacional y se compone de más de 20 mil piezas arqueológicas que representan la riqueza cultural de las comunidades indígenas y afro descendientes pertenecientes a la época precolombina.
Cerca de 3.500 piezas elaboradas a partir de diferentes técnicas como la pintura, la escultura, la fotografía y la obra gráfica, hacen parte de la colección de Artes Visuales. En este espacio se le brinda además un homenaje a importantes artistas de la región y del país como Francisco Antonio Cano, Darío Tobón Calle, Eladio Vélez, Santiago Cárdenas y Pedro Nel Gómez.
La mayoría de los visitantes del MUUA son estudiantes de colegio que llegan al lugar a través de salidas pedagógicas para conocer un poco más sobre la riqueza cultural y social que el museo se ha empeñado en valorar, promover y conservar. Sin embargo, son pocos los jóvenes que se detienen a apreciar y conocer las obras pues hay una colección que se roba toda la atención y la mirada: la de Ciencias Naturales.
Un olor a formol y guardado se apodera del espacio donde se encuentran los animales embalsamados, las pieles líquidas, minerales, esqueletos y fósiles. Son más de 18 mil ejemplares que se ubican en la planta superior del museo para vigilarlo desde las alturas. El objetivo de este lugar además de ser un centro de investigación, es sensibilizar a las personas frente a la riqueza natural de fauna y flora con la que cuenta el país y que está inminentemente amenazada por el hombre.
En el edificio San Ignacio y Paraninfo de la universidad, sitio donde nació en 1803, se encuentra ubicada la última colección de este museo: Historia. Elementos representativos como fotografías, videos, tarjetas de visita, libros, armas y condecoraciones, son la materia prima de esta colección que intenta rescatar la historia no solo del país sino del Alma Máter.
De vuelta al MUUA, a pesar de ser las 12 del mediodía, es posible observar visitantes interesados en conocer sobre la exposición temporal que se encuentra ubicada en los dos primeros pisos del museo llamada Realidades en Conflicto.
Lápidas de personas NN, videos de víctimas del conflicto, fotografías de guerrilleros y un sinnúmero de obras contemporáneas se unen para generar una reflexión en torno al dolor que ha generado el conflicto armado en el país. En los rostros de los visitantes se evidencia un sentimiento generalizado de terror y dolor, la muerte se apodera de los pasillos del museo.
Según los curadores de la exposición Francine Birbragher y Óscar Roldán Alzate, las obras allí apreciadas intentan señalar, cuestionar, respaldar o simplemente mostrar una versión de la realidad de la mano de la interpretación de algunos artistas como Jesús Abad Colorado, Kadir López y Wilfredo Prieto, quienes se atrevieron a mostrar ese lado oscuro de la guerra que muchos prefieren ignorar.
El constante reflejo de un videobeam sobre una camiseta blanca que muestra dolorosas imágenes de familiares que reclaman a sus seres queridos desaparecidos, es la obra que a todos atrae y permanecen silenciosos observando el dolor que transmite. A su lado hay un sinnúmero de lápidas de personas NN que arrastra el río Magdalena a diario y que los habitantes de los pueblos, ubicados a sus orillas, recogen para darles el último adiós y ofrecerles sus intenciones.
Pasando las deterioradas escaleras de cemento que se encuentran ubicadas en el centro del museo, se llega a la otra ala del lugar. Obras marcadas por un tinte político y de crítica son el centro de este salón. Todas invitan a los visitantes a hacer una lectura detenida de sus mensajes para generar interrogantes sobre el accionar de los políticos dentro de estos 60 años de gran dolor para el país.
Subiendo las mismas escaleras, en el segundo piso del museo están colgadas a lo largo de los pasillos las fotografías de Jesús Abad Colorado que terminan de impactar a los visitantes, pues muestran el lado más crudo y voraz de la guerra a través de los retratos de familias enteras masacradas y guerrilleros menores de edad jugando en uno de sus campamentos.
Los contrastes y el poder simbólico que cargan las obras de esta exposición temporal que se encuentra abierta al público desde el 15 de abril y durante todo el mes de mayo, despiden a los visitantes que salen del museo con otro semblante: algunos cansados por la caminata y otros en silencio, pueden adquirir algún souvenir del museo que muchos han escuchado y pocos realmente conocen: allí ubicado en el corazón de la U de A, continuará albergando importantes fragmentos de nuestra historia que de los ciudadanos depende no dejar caer en el olvido.