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"Con un lápiz se conquista la gloria"

Marco Tobón Mejía

 

Lugar: Cementerio San Pedro

Por: Isabel C. Tobón

 

“Abandonar la aldea y emprender la conquista de la ciudad” fue el mensaje que Rosita Mejía constantemente le recordaba a su hijo Marco Tobón, un joven artista y soñador, nacido en 1876 en Santa Rosa de Osos.

 

Marco Tobón Mejía dejó ver su espíritu inquieto cuando a escondidas montó un simulacro de estudio en el zarzo de su casa con un avisito que decía: “Taller de Pinturería”. Impulsado por su familia de vena artística y por el ambiente cultural creciente, llegó a Medellín en 1896 y fue entonces cuando comenzó su formación seria en la pintura y el dibujo al lado del maestro Francisco Antonio Cano.  

 

Las guerras civiles que antecedieron a Tobón Mejía no solo cambiaron el rumbo del país para ese entonces, también marcaron un punto de quiebre en la vida del artista, quien a sus 23 años, interrumpió sus estudios de arte e ingresó en 1900 a las filas militares donde siguió cultivando su vocación artística.

 

Su trabajo junto con el maestro Cano lo llevó a descubrir que era daltónico, pero esto no fue un impedimento para dejar de lado la pintura y el dibujo, aunque si un impulso para acercarse a la escultura y el moldeado de miniaturas y medallas de bronce. Durante esta época conoció a Carlos E. Restrepo, abogado y periodista, quien sería presidente de la República, además de su amigo y admirador.

 

 

En 1909, después de fundar con Cano la revista Lectura y Arte, emprendió el viaje de su vida hacia París. Tal como lo narra el maestro Jorge Cárdenas en su libro Vida y Obra de Marco Tobón Mejía (1987), el artista santarrosano llegó a Europa “poseído por el demonio de la escultura”, persiguiendo la gloria que según él “se conquistaba con un lápiz”.

 

Carlos E. Restrepo narra en uno de sus escritos cómo Tobón Mejía llegó alguna vez a su oficina “con la necesidad de salir a buscar otro aire, otro sol, otro escenario. Lo empujaba el deseo de luchar y de vencer…pero a otra parte, donde el arte tuviera esfuerzos y tuviera triunfos”.

 

Restrepo cuestionó a Marco Tobón sobre los recursos con los que contaba para el viaje. El artista, sin decir una palabra, le mostró un lápiz y “sin apoyo ni recomendaciones oficiales se marchó a vivir su vida, digna, noblemente, y por su propia cuenta”, expresa el político antioqueño en una de sus cartas que intercambió con Tobón mientras estuvo en la capital francesa.

 

La llegada al continente europeo no fue fácil, pero si fructífera para el bohemio y circunspecto Tobón. Allá tuvo la oportunidad de darse a conocer en diferentes exposiciones de arte y vivir de primera mano el ambiente cultural de la ciudad donde conoció a quien se convertiría en su maestro en el viejo continente: Auguste Rodin. El sinsabor de su estadía en Europa fue la exclusión de la que fue víctima por ser extranjero y el contar con pocos recursos para sostener a su esposa e hija.   

 

El estar lejos de su tierra natal lo llevó a reflexionar sobre la falta de apoyo de su patria al arte y sus obras, pero los reconocimientos que obtuvo en exposiciones como “La Grand Palais” en 1930, hicieron que el nombre de Tobón Mejía comenzara a ser medianamente reconocido en Colombia. Carlos E. Restrepo le escribió en alguna ocasión al escultor que se tuviera fe a sí mismo,  pero que no tuviera “ninguna en esos montañeros”, al referirse a los colombianos.

 

Los últimos días de Marco Tobón los pasó en París en compañía de su esposa Francine y de su hija Rosalía. Dos crisis económicas que sacudieron a Colombia en primeras décadas del siglo XX  terminaron por dejarlo sin ahorros en su país natal, el cual visitó por última vez en 1927. París sería la ciudad donde Tobón Mejía alcanzaría tan anhelada gloria y en 1933 pasaría a la historia con su fallecimiento. En sus obras perduraría esa pasión con la que su vida transcurrió. 

 

 

 

La huella de Marco Tobón en el Cementerio San Pedro

Dos de las obras funerarias más representativas del escultor se encuentran en el Museo Cementerio San Pedro, al nororiente de Medellín. Para Juan Diego Torres Urrego, coordinador académico de la fundación que lleva el mismo nombre- estos dos monumentos son el resultado de unas tradiciones y rituales frente a la muerte, característicos de la élite económica que florecía en la ciudad entre 1842 y 1940.

 

 

Fue esa misma élite la que pudo darse el lujo de comprar materiales como el mármol de carrara, utilizado por Tobón Mejía en estos dos monumentos. El mármol es un material que, a diferencia de los demás, requiere de un trabajo minucioso pues se trabaja a través de la substracción, es decir, que “lo que se quite no se puede volver a agregar al bloque”, afirma el pintor Jorge Cárdenas.

 

 

Las obras del maestro Tobón Mejía transcienden de una mirada meramente estética hacia otra cargada de simbolismos. Tal como lo plantea el maestro Cárdenas, fue el espíritu investigador de Tobón Mejía el que le permitió alcanzar una perfección en cada uno de los detalles que tallaba en sus obras.

 

 

 

Esculpiendo a Jorge Isaacs

Una obra que no estaba planeada para ser realizada por Marco Tobón Mejía terminó por convertirse en su escultura insignia. Luego de la muerte del poeta caleño Jorge Isaacs Ferrer en 1895 -quien pidió ser sepultado en Antioquia- la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín hizo una convocatoria para invitar a los artistas a que diseñaran un boceto para el monumento, que terminó por ser adjudicado a los maestros Eladio Vélez y Pedro Nel Gómez en 1921. Sin embargo, luego de diversos problemas, el boceto no prosperó y en 1924 fue encomendada a Tobón Mejía, quien terminó por instalar el monumento seis años después.

 

 

La tumba de este novelista romántico del siglo XIX, “se alejó totalmente del criterio monumental y creó una grandiosa estela funeraria, sensiblemente modificada en el transcurso de la ejecución”, cuenta Cárdenas en su libro. Se caracteriza por una armonía que conjuga perfectamente la línea curva con la recta para asociar la figura femenina con la poesía de este escritor. En el cementerio es la escultura infaltable en las fotografías de los visitantes.

 

 

 

 

 

 

 

"Sin apoyo ni recomendaciones oficiales se marchó a vivir su vida, digna, noblemente, y por su propia cuenta" Carlos E. Restrepo al referirse a Tobón Mejía.

El monumento de Pedro Justo Berrío

Como una obra de “un equilibrio perfecto e insuperable en su género”, describe Jorge Cárdenas el monumento funerario de Pedro Justo Berrío, ubicado en la zona de ingreso a los mausoleos del cementerio.

 

La figura femenina en esta escultura se aprecia a través de la conocida “Alegoría” de la inmortalidad que se encuentra erguida protegiendo los despojos de Berrío, máxima figura del conservatismo en Antioquia.  

 

Juan Diego Torres, al referirse a este monumento, manifiesta que “es una alusión clara a los valores que caracterizaron al personaje”. Berrío, quien murió en 1875, logró consolidar el proyecto de Antioquia como región y promovió la educación, aumentando su cobertura.

 

Finalmente, estas dos obras no solo albergan los restos de dos importantes personajes para el país, también representan la idealización que a finales del siglo XIX y principios del siglo XX existía frente a la muerte.

 

En el cementerio San Pedro, la vida y la muerte junto la idiosincrasia popular y la élite de la ciudad se unen a través del arte para hacer de este espacio un referente cultural que intenta honrar el legado de artistas como Marco Tobón Mejía.

 

 

 

 

Isabel Tobón Lascano

Catalina Jaramillo Arias

Natalia Orozco Zuluaga

Paula Molina Olarte

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