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Una fachada hermosa con una historia impactante

 

Lugar:Museo El Castillo

Por: Catalina Jaramillo

En la ciudad de Medellín, en el barrio El Poblado y subiendo por toda la Loma de Los Balsos hay, escondido entre árboles y altas edificaciones modernas, un castillo construido en 1930,  donde vivó Don Diego Echavarría junto a su esposa Benedikta, una mujer de procedencia alemana a quien conoció mientras estudiaba en Europa. 

 

Desde pequeño Don Diego soñaba con vivir en una casa grande y majestuosa, de ahí su deseo de comprar El Castillo y elegir esta construcción de estilo gótico para traer a su esposa y concebir a su hija, Isolda. 

 

Al subir por Los Balsos, a mano derecha hay una desviación que lleva a lo que hoy es el museo El Castillo. Una reja alta, pesada y con arabescos le dan la bienvenida a los visitantes de este gran espacio cultural. Al entrar, a la izquierda, una construcción gigantesca de tono gris, con torres que terminan en punta color rojo y numerosas puertas, ventanas y balcones dan la sensación de estar en otra ciudad del planeta. 

A mano derecha se encuentran los jardines, perfectamente podados, exactamente distribuidos, con algunas bancas de cemento, y una fuente que impregna el lugar con su sonido constante y relajante del agua cayendo. En ellos algunos turistas y habitantes de la ciudad se sientan sobre manteles a leer, comer y dormir mientras se deleitan con la paz que transmite el lugar.

 

Isolda amaba los jardines, pasaba horas jugando en ellos, algunas veces los utilizaba para esconderse de su maestra, ella era una niña muy aplicada amante de la música y el arte, de ahí que su regalo de 15 años fuera un piano que aún se conserva, y fue educada como si hubiera nacido en otra época y en otro lugar del mundo. Nunca fue al colegio, tenía maestros en casa. Su padre era un hombre exigente, y su abuelo tenía una trayectoria importante en la ciudad: fue el fundador de la textilera Coltejer y el Hospital San Vicente de Paúl.

 

Entrar a tan majestuosa construcción es como devolverse 500 años atrás, sus salas enormes decoradas con muebles antiguos al estilo Juan XV de cojinería estampada a rayas o en flores, lámparas de cristal, esculturas y vitrales coloridos y llamativos son una muestra del buen gusto y la riqueza que cobijaba a la familia Echavarría Zur Nieden.

 

Todo está intacto, desde un principio ellos sabían que su casa, El Castillo, iba a ser el regalo que le dejarían a la ciudad para convertirlo en museo; eso explica por qué todo está tan perfectamente ubicado y bien conservado. Al fondo, el comedor, se encargaba de darle la bienvenida a los visitantes más formales.

 

Dos escaleras, que salen cada una de un lado, se unen en el segundo piso donde se encuentran ubicadas las habitaciones de los habitantes de El Castillo.  Don Diego y Dita, como cariñosamente llamaban a su esposa, dormían en cuartos separados, pero unidos por una puerta; y la habitación de Isolda cuando era pequeña, es lo más impactante de todo el lugar.

 

Sus peluches se mantienen ahí, sus vestidos y su cama, todo intacto, como una fotografía. En la segunda planta hay algunas puertas cerradas a las que no hay acceso, eso llena de misterio el lugar.

 

Aunque El Castillo parece de esos que salen en las películas de princesas donde siempre hay un final feliz, para la familia Echavarría Zur Nieden no todo fue color de rosa. Su hija Isolda viajó a Estados Unidos a estudiar humanidades y democracia. Estando allá y con 19 años de edad sufrió una enfermedad mortal llamada Guillain-Barré que paralizó uno a uno sus órganos hasta morir.

 

Tiempo después la banda del “Mono” Trejos secuestró a Don Diego, partiendo la historia de una Medellín tranquila y pacífica en dos.

 

Jorge Franco en su libro El Mundo de Afuera asegura que entre los planes del “Mono” nunca estuvo secuestrarlo a él; al parecer este personaje estaba obsesionado con Isolda y llevaba mucho tiempo planeando la captura de la niña, tras su muerte los planes cambiaron, y quien terminó encerrado en una vereda cercana a Medellín fue Don Diego Echavarría, qen finalmente fue asesinado.

 

Fue entonces cuando Benedikta mediante una escritura pública entregó El Castillo con sus jardines a Medellín, desde entonces El Museo El Castillo, alberga grandes eventos musicales, culturales y educativos de la ciudad.

 

 

Isabel Tobón Lascano

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