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Desde las alcantarilla hasta un carrito de flores

 

Lugar: Cementerio san Pedro

Por: Natalia Orozco Z

 

De indigente a ser cabeza de familia se convirtió Angélica Pérez, una mujer de 29 años que se dedica desde hace 5 años a vender flores en los cementerios San Pedro y Campos de Paz de Medellín. Estos se han convertido para ella en una “esperanza de vida”, pues dice que sin estos dos lugares, no sabría qué estaría haciendo para velar por su familia.

 

Cerca de las 3 de la tarde, en plena  entrada al cementerio San Pedro, Angélica está recostada sobre una pared, con su carrito de flores en frente y un bolso que carga de lado para guardar la plata que se gana en cada venta. Con una sonrisa difícil de obtener pero tarde que temprano ganada, accede a contar su vida.

 

“Yo le hablo pero no me vaya a publicar en ninguna parte mala pues”, estas son sus únicas palabras antes de comenzar a contar toda su historia.

 

Es esposa y madre de cinco hijos, de los cuales solo tiene que mantener a dos: “los otros 3 están ya muy grandes, que se valgan por ellos mismos. Yo sólo cuido a mis 2 muchachitas pequeñas” cuenta Angélica de una forma muy seria.

Abandonó su humilde casa cerca de los 16 años y cuando menos lo pensó era una indigente de las calles de Medellín. Las drogas se apoderaron de ella muy rápidamente, ya que era la única forma de mitigar el hambre que sentía al no tener con que comprar comida durante dos y tres días, y además le ayudaban a esconder la tristeza que sentía.

 

“Mi familia no tenía plata ni nada de eso, éramos pobres muy pobres; pero si tenía a mis papas que trataban de darme cada día por lo menos un pan para come. No valore nada de esto, y empecé a fumar bareto y ya después de eso muchas más cosas”.

 

Así entonces empezó a vivir en las calles, bajo los puentes y al lado de alcantarillas un poco más de siete años hasta que conoció a su esposo Marcos Penagos: “Marcos era un  hombre que vivía en la calle así cómo yo lo hacía, pero él si no tiraba ningún vicio, solamente una que otra vez se fumaba un bareto de marihuana. Era una buen hombre y los dos nos enamoramos” recuerda ella entre risas.

 

Marcos  le ayudo poco a poco a salir de las drogas, pues aunque también estaba viviendo como un indigente, nunca dejo que ese mundo se apoderara de él debido a que solo alcanzo a estar allí menos de un año.

 

Durante el proceso de salir de las drogas y de la vida en la calle, un conocido de Angélica le ofrece seguir son su negocio de venta de flores en el cementerio San Pedro. Pues él tenía que irse de la ciudad, y no vio mejor opción que dejarle esta oportunidad a ella, ya que para entrar allí se necesita la aprobación de los otros vendedores del lugar.

 

Hoy en día para Angélica y su familia su carrito de flores se ha convertido en una bendición. Gracias a este pueden vivir de una manera digna, y por lo menos como dice ella no les ha faltado la comida del día a día. Solo algunas veces su esposo le ayuda con los gastos, pues aunque trabaja como albañil, casi nunca le resulta trabajo.

 

Por último entre un ambiente de nostalgia y con lágrimas en sus ojos, dice: “yo solo le doy gracias a Dios por haber podido salir del “hueco” en el que estaba. Nunca habría podido imaginar todo ese montón de cosas que alguien puede llegar a hacer si no fuera porque yo las viví. Hoy puedo decir que le debo gran parte de mi presente a este lindo carrito que tengo aquí”

 

Con un silencio incómodo pero a la vez entendible Angélica para y decide no responder más preguntas. Dice no poder seguir hablando de esa parte de su vida, pues para ella ya es algo del pasado y no lo quiere seguir recordando en su presente. 

Isabel Tobón Lascano

Catalina Jaramillo Arias

Natalia Orozco Zuluaga

Paula Molina Olarte

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